martes, 7 de octubre de 2008

Poniendo límites

"Quién no sabe decir no, enfermará. Quién siempre quiera responder a todas las expectativas, pronto notará con dolor sus límites. Pero sólo aquél que tiene su centro, podrá crecer más allá de sus propios límites, podrá acercarse al otro y encontrarlo verdaderamente." Anselm Grun

En mi tarea de acompañamiento a aquéllas personas que son mis consultantes, muchas veces aparece el tema del límite. Les resulta difícil decir que no, a veces sienten que no satisfacen las expectativas depositadas en ellos. La persona comienza a sentirse presionada, rechazada, poco colaborativa. Esto sucede porque no puede poner límites. No sabe cuáles son sus límites.

Esta dificultad para proteger el espacio personal, a menudo tiene su origen en la infancia: este joven o este adulto sentado frente a mí en consulta, seguramente no fue respetado como individuo en su niñez y hoy le resulta difícil conocer sus límites y hacerlos valer.
Podremos valorar y reconocer la delimitación de los demás cuando antes reconozcamos los límites que nos son propios.

Cuando nos "amigamos" con nuestras limitaciones, probablemente mejoraremos como personas, en nuestra vida de relación y seremos más felices. En cambio, algunos persisten en su estrechez, porque de tanto autolimitarse, quedan prisioneros de sus propios límites y no ven más allá de su persona.

Vivimos en un mundo que adolece de falta de medida y de límites: esto provoca inconvenientes a todo nivel pero sobre todo en la cuestión del respeto que le debemos a los demás: continuamente sentimos que traspasan nuestro mundo personal y que una y otra vez, debemos marcar hasta dónde se puede llegar con nosotros.

Cuando hablamos de comunidad, ésta tendrá cohesión cuando sus miembros posean una clara determinación de sus límites.

Sucede que la delimitación interior es mucho más difícil de reconocer que la delimitación externa y si ésta primera no existe, es muy difícil que la segunda pueda ser reconocida. Cuando transgredimos los límites, no estamos respetándonos a nosotros mismos y en consecuencia, será muy complicado darle verdadero valor al límite de lo otros.

Aquél que trasgrede los límites, es incapaz de tomar conciencia de la necesidad del otro: está parado en sí mismo y en su necesidad. Si no queremos desintegrarnos interiormente y continuar manteniendo nuestra identidad, necesitamos conocer y hacer uso de nuestros límites.
Aquéllos que continuamente están "expandiendo" su ámbito a costa de traspasar los límites del otro, carecen de respeto hacia los demás.

Cuando vivimos una experiencia más allá de nuestros límites, en realidad no es "más allá", sino que nuestros límites son mucho más amplios de lo que pensábamos y eso hace que tomemos conciencia de nuestro potencial.

Los límites también educan y dan amor: nuestros hijos NECESITAN Y DESEAN que les mostremos hasta dónde pueden llegar y eso es otra manera de demostrarles que nos preocupamos por ellos y que los amamos. Cuando nos enojamos, estamos poniendo un límite muy preciso y claro con respecto al otro: "yo, acá. Vos, allá. No debemos permitir que los juicios y expectativas de los demás, determinen por dónde debemos ir, con quién estar y qué decisiones nos toca tomar. Tampoco debemos dar lugar a qué se trasgreda nuestro límite interior: es un derecho y nunca debemos resignarlo.

Hay algunas estrategias que nos ayudan a delimitarnos:
  • Cuando recibimos una propuesta, tomarnos un tiempo para decidir qué respuesta daremos.
  • No permitir que los demás manejen nuestros tiempos: yo decido cuándo y cómo.
  • Escuchemos las ideas del otro, respetémoslas, pero sin perder de vista el valor de las propias.
  • Cuando no estamos seguros de una decisión, consultarlo con personas que merezcan nuestra confianza.
  • Prestemos atención a la voz interior: ella siempre sabe qué es lo mejor para nosotros.
  • Cuando afirmamos nuestros límites, estamos estableciendo la base para creación de relaciones sanas.
  • Si doy a conocer mis límites, los otros podrán encontrar el valor necesario para descubrir lo suyos.
  • Los límites dan claridad a las relaciones y en consecuencia, se establecen relaciones cuya característica es la libertad.
  • Los límites pueden convertirse en un desafío para evolucionar.
  • Los límites estrechos son síntoma de poca libertad interior

Finalmente, la meta del reconocimiento de nuestros límites es la serenidad interior, el equilibrio de nuestro mundo personal y por ende, las relaciones sinceras, felices y maduras.

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