Cuando hablamos de MIEDO, sería bueno referirnos al cerebro, que es el lugar de nuestro cuerpo donde éste se origina.
La parte responsable de nuestras emociones, es el sistema límbico y, formando parte de él, se halla la amígdala que es la encargada de la comprensión emocional de los estímulos que recibimos.
Cuando creemos que una amenaza inminente pone en peligro nuestra integridad reaccionamos debido a que el miedo provoca una reacción DEFENSIVA; la cólera, una reacción OFENSIVA (ataque) y el deseo, una reacción de NUTRICION. A nivel corporal, como el miedo es una emoción primaria, tenemos claros indicios físicos de lo que estamos sintiendo: taquicardia, sofocación, aumento del ritmo respiratorio, alta presión y sensación de desasosiego, entre otros. Es el modo que tiene el cuerpo de ponernos en alerta. Es entonces, un mecanismo natural de defensa.
Sucede que también el miedo puede paralizarnos, lo que no es bueno. Debemos reconocerlo para que esto no suceda. Sobre todo, cuando el peligro que percibimos es imaginario. Cuesta saber a qué le tenemos miedo y también cuesta mucho manejarlo. Pero,
cuando hacemos estas cosas conscientes, podemos empezar a trabajar sobre nuestros miedos.
Sería bueno autoanalizarnos y descubrir
¿A qué le tengo miedo?
¿Qué creo que hay detrás de este miedo que siento?
¿Qué síntomas me provoca?
¿Soy consciente de que siento este miedo?
¿Necesito ayuda?
El miedo es altamente positivo cuando nos preserva y negativo, cuando nos paraliza impidiéndonos disfrutar y ser nosotros mismos.
Depende de cada uno y de su experiencia de vida, tomarlo como un recurso que nos beneficia o como un escollo en el camino que no nos permite avanzar hacia nuestra realización.
Hasta pronto.
Susana Olmos
Consultora Psicológica
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Hace 1 mes
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